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Paisajes sonoros

AGAETE 
LAS SALINAS DE AGAETE

En todo lugar, el mar inspira, pero hay tantos mares como motivos para dejar de
pisar tierra. Las mareas llaman, las fuertes para combatirlas, las calmas para que te
arrullen, a veces simplemente persiguiendo el último sol que se pierde por el
horizonte. Es ahí cuando uno se da la vuelta y se percata de que este mar es
diferente, y es tan bello lo que se persigue mar adentro como lo que se deja tierra
atrás.


De los riscales que vigilan con Tamadaba en lo alto al fin de la tierra a la vista por la
cola del dragón. Este mar es diferente, no sé bien por qué, pero siempre lo ha sido.
Desde el corte del viento que dibuja surcos en las aguas hasta las olas que rompen
rezando a una isla que tiene en Agaete su desembarco más cautivador, su partida
más nostálgica.


Entre los diferentes lugares, desde Guayedra, pasando por la playa de las nieves, el
muelle Viejo y el puerto de las Nieves; a la izquierda sin perder la vista al mar nos
encontramos con las piscinas naturales de Las Salinas. Se llama las Salinas por el
uso que se le daba antiguamente a este entramado de tubos volcánicos que
componen un conjunto de hondonadas en la misma piedra volcánica que la lava dejó
y que la mano del hombre cercó para retener las aguas en las mareas altas y bravas
y sanar con ella cuando reposa en calma.


Desde primera hora de la mañana, ya son muchos los que, celosos de la tranquilidad
del lugar y de la suya propia, se acercan con el primer paseo del día a darse un baño
o simplemente disfrutar del entorno. Bien saben de que con el paso de las horas
estas burbujas se llenarán de jóvenes, mayores y familias que vendrán a disfrutar de
su derecho a elegir echadero. Y es que hay tantas maneras de entender los lugares
como personas hay, y todas esas formas habitan y se curan de lo mismo, se
impregnan y se manchan de lo mismo, aunque se sienta diferente. El sol y el mar es
motivo suficiente para invertir el tiempo que precisemos en recargar el espíritu. Y si
además es en Agaete bien merece la pena obviar otros soles, otros mares, y cruzar
la isla.


Esta mañana sigue haciendo calor, el agua amaneció fría, está ligeramente nublado
y corre una brisa que ventila sin despeinar. Esta mañana escribo aquí esto, mirando
al mar, sin descuidar el dorso, mirando de reojo y sin darle la espalda a nada.

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