



Paisajes sonoros
SANTA MARÍA DE GUÍA - CENOBIO DE VALERÓN
En lo alto de Guía, incrustado en la montaña del gallego se encuentran los mayores
grandes almacenes de la era prehispánica. Y no porque por aquel entonces el
término se refiriera a lo que conocemos hoy en día asociado al consumismo, más
bien a la subsistencia y no estaría mal empleado el término. Un yacimiento de 350
silos y alguna que otra cavidad destinada a quién guarda valiosa mercancía. En un
primer momento, sé pensó que se trataba de de algún lugar destinado al rito de
harimaguadas y sacerdotisas en comunidad religiosa, y de ahí se le dió el nombre
de Cenobio.
Su geología se conforma en diferentes ciclos eruptivos, pero es con la
intervención de los pobladores cuando adquiere la morfología que conocemos
ahora. Los restos encontrados revelan los métodos de conservación,
fundamentalmente de trigo y cebada, y una ingeniería para preservarlo que va
desde puertas hasta capas de arena, cal y agua. Todos juntos formaban una
argamasa que mantenía los silos a salvo de la humedad y de cualquier tipo de vida
que pudiera penetrar en ellos y echar a perder las recolecta. De Gáldar tuvieron que
venir por senderos los que traían el grano. Desde dentro, los que allí dormían
guardaban y organizaban dicha mercancía, y desde los roques adyacentes como el
tagoror del gallego, otros vigilaban que nadie asaltara lo que con tanto sudor y
hambre habían construído a través de los años sobre la suerte que la orografía les
había dado.
Allí se han encontrado piezas de todo tipo como pintaderas, que pudieron ser
usadas a modo de sello en la argamasa. También elementos líticos con los que
modificar el terreno, y utensilios elaborados con huesos y conchas marinas.
Impresiona el poder pasear por esa suerte de galerías perfectamente organizadas, y
ver esos escalones tallados que llevan a las galerías superiores. Resulta mágico
adentrarte y ver las conexiones que tienen unas cavidades con otras. Si no fuera
consciente de donde estoy pensaría que soy una partícula en cualquier parte
orgánica de un ser. En una dimensión fractal en la que no soy nada para lo que me
rodea y un todo para lo que albergo. Como un tejido óseo observado con un
microscopio en el que de forma intuitiva alguien pudo suponer lo que nos erige y lo
intenta reproducir, cobijarse en él y sentir lo suyo a salvo.