



Paisajes sonoros
FIRGAS
AZUAJE
Ni en el más extraño y rezagado de los octubres vence el calor al agua. No sé bien si
el verano se dejó asuntos pendientes o si el otoño llegó prematuro, pero del calor
sofocante de una ola de dimensiones bíblicas, al fresco asentamiento de frondosos
humedales, hay un solo giro de barranco. Nos adentramos por una zona donde
explota el verde y se enreda con restos de vidas pasadas y de la que beben las
nuevas que lo habitan. Las paredes que caen del barranco son cobijo y eco de los
vuelos, chirridos y trinos de las numerosas especies que componen la avifauna del
lugar, y en las faldas reposan tras la vegetación los restos de un Hotel-Balneario.
Cuando uno ve las ruinas de este curioso lugar puede recrear innumerables
escenarios y transportarse a lugares en los que estuvo de niño a través de diferentes
películas.
El barranco de Azuaje está amparado en su cabecera por el barranco de Las Madres,
de quien recibe los flujos de agua en cascada y junto con los Tilos de Moya, que
forma el bosque de Doramas. En estos lugares se da la laurisilva, un tipo de bosque
húmedo de vegetación subtropical propio de la macaronesia y es en esta vertiente,
donde hay un mayor desarrollo en Gran Canaria y en las islas orientales en general.
Entre esta vegetación plagada de tilos, fayas, brezos y viñatigos, entre otras especies
de la laurisilva, el agua cae por cascadas que se suceden en los saltos del terreno o
los cruces de cauces, dejando un pequeño riachuelo barranco abajo. De estas aguas
ricas en hierro, silicato, gas carbónico e hidrosulfuros, surgió la fama de sus
propiedades mineromedicinales, lo que hizo que personas de clase pudiente de todo
el mundo peregrinaran a Azuaje en busca de la sanación. Decían, como rescatan
testimonios, que acudían a tratarse con aquellas maravillosas aguas que todos los
años les fortalecen, entonan y remozan para poder seguir bregando en la vida.
Hablaban maravillas de sus propiedades, y fuera de una mirada científica u objetiva,
los visitantes sentían sus beneficios. Pionero en cuestiones turísticas, el balneario
comienza su construcción en 1982 y desarrolla su afamada actividad hasta que
entra en crisis con el fin de la guerra civil.
Comparando fotografías antiguas se percibe el inusual contraste de ver un balneario
con su gente de época, carreteras y coches. Una aparente prosperidad y desarrollo
propia de cuando los ricos de tierras lejanas se encaprichan de lugares especiales.
Dan trabajo y dejan dinero pero también desvirtúan el origen natural y el orden. Hoy,
en cambio, en la bendita decadencia, el barranco se ha comido la acción del hombre
para devolvérsela a la tierra y el agua.