



Paisajes sonoros
INGENIO
CALADORAS
(PARQUE NÉSTOR ÁLAMO)
Uno puede imaginarse a Paquesito bajando por el "barranco del culo pesao" o
subiéndolo, más bien, dándole sentido a la denominación popular. Pues este hombre
acudía frecuentemente a cuidar una palmera en pleno centro de la villa de Ingenio.
Me cuesta pensar que Paquesito pudiera acompañar a su palmera en los más de 5
siglos que tiene, pero sí ser esencial para que esa palmera, una de las más altas y
longevas, si no la más, de Canarias, siga hoy en pie y aguardando en el parque
Néstor Álamo. La Palmera de Paquesito se sitúa en un parque que colinda con el
precioso entramado de callejuelas del casco de la villa de Ingenio. Este parque toma
el nombre de Néstor Álamo en honor a la relación de éste con la música tradicional
canaria y se encuentra en el cauce del barranquillo de Ingenio, rodeado de molinos
de agua para la extracción del azúcar de caña que precisamente dan nombre al
municipio. Uno de ellos, que aún guarda sus aspas en la base, es el molino de
Antoñico Bordón.
Es curioso que teniendo raíces en este municipio, pasear por sus calles y sentir la
tranquilidad de este parque se me haga tan ajeno. Es ese mal de la "gran" ciudad
que, por otro lado, te permite redescubrir y conectar de otra forma con estos lugares,
experimentando desde otro plano sensaciones hermosas que viajan en el tiempo.
Al encuentro aparece Candela, pues habíamos quedado con ella en el parque para
descubrir una de las tradiciones más arraigadas y distintivas de este lugar: el calado
de Ingenio. Ella, que además es la presidenta de la asociación de caladoras, aparece
con un telar con sus varas de más de 100 años y con un calado a medias para que
pudiéramos ver cómo se desarrollaba esta reliquia de la artesanía local. Se coloca
justamente frente a una casita donde se lee "artesanía", y es allí, curiosamente,
donde vendían antiguamente sus calados. Según cuenta, los cambulloneros se
llevaban estos calados porque no eran iguales a los del resto, y ella puede
distinguirlos de otros calados isleños por la forma de calar y el grosor de la puntada.
Este calado de tipo "botilla" era un producto apreciado que llegaba hasta Cuba y las
Américas. Una vez terminados, se llevaban a Valsequillo para bordarlos, a Telde para
lavarlos y plancharlos, y de allí, como dice ella, a "las Indias". Esta tradición, que por
entonces permitía a ella y sus dos generaciones predecesoras de madres sostener a
sus familias, hoy, con la producción en masa de los países asiáticos, se queda en
tradición y muestra, como la de esta mañana. En sus palabras: "¿Cómo se va a
competir si vas allá y te compras un paño por dos euros y esto no me lo hago yo en
dos días?"
La despedimos no sin antes comentarle de mi arraigo familiar en el lugar, y dos
nombres me bastaron para que ella pudiera contarme más acerca de mi familia de lo
que los días de niño en el Albercon me dejaron en la memoria. Hoy me voy de aquí
redescubriendo Ingenio, conociendo a Candela y recordando con ella a mi abuela
María, Aguedita, Anita… con sus glorias y desdichas.