



Paisajes sonoros
LA ALDEA DE SAN NICOLÁS MUSEO DEL EMPAQUETADO
DE TOMATE
Cayita, Aulogia, Ana María, Carmen, Anita, Yolanda… Son algunos de los nombres
de las mujeres que hoy nos reciben y nos enseñan cómo se recogía y almacenaba
el tomate, producto pilar en el desarrollo socioeconómico del Valle de La Aldea. Así
lo muestran cada día que viene vista en el circuito de museos en torno al casco
histórico y, en concreto en este Museo Vivo del Empaquetado de Tomates de los
Velázquez.
Hoy las vemos en una recreación de los procesos, compartiendo su sabiduría y
vivencias en un proyecto que lleva 40 años, pero son ellas mismas las que con su
sudor, alegría y compromiso desde los diez u once años lo hacían por diez pesetas
la jornada y un extra de un duro cuando era preciso permanecer las noches de
zafra.
Nos cuentan cómo clasificaban, almacenaban y empaquetaban el tomate para su
transporte. Tras la recolecta, eran almacenados en unos cajones a veces sobre
tierra o serrín y, posteriormente, sobre virutas. Los pasaban luego por una vitola,
unas medidas circulares con las que clasificaban el tamaño, algo parecido a esos
juegos infantiles de colocar piezas en siluetas en una alegoría tan injusta como
precisa de aquella infancia que por necesidad pronto les fue arrebatada. Esos
tomates eran almacenados en seretos que fabricaban ellas mismas con unos
moldes que les daban las medidas y unas tablillas de madera que posteriormente
marcaban con sus sellos correspondientes.
Ya todas ataviadas con sus faldas, delantales y pañuelos, se dirigen a las mesas
para mostrarnos a través de sus curtidas manos qué papel tenía cada una en la
cadena productiva. En una especie de ritual tan dinámico para ellas como hipnótico
para el resto, comienzan con sus cantos de zafra. Historias de amores, de familia y
trabajo. De como decía Yolanda, que en realidad se llamaba María Trinidad en
palabra textuales: “Le pido a Dios salud, agua y paz, que si no hay agua no hay
vida, si no hay vida, si no hay paz tampoco y si no hay salud, menos todavía”
Un museo vivo del tomate lo llaman, pero creo que son ellas las museables y el
tomate el pretexto. Ellas se reúnen en una labor divulgativa y de conocimiento de la
importancia del trabajo que llevaron a cabo durante su vida en La Aldea a modo de
recreación. A mi me sobrecoge y me emociona poder recrear cada una de sus vidas
a través de este proyecto. Gracias: Cayita, Aulogia, Ana María, Carmen, Anita,
María Trinidad.