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Paisajes sonoros

TEJEDA
LA CULATA

Una vez estuve aquí de forma fortuita como caminante y quedé prendado. Siempre
quise volver y en eso me encuentro ahora, bajándome de un coche para ayudar a
Don Rivero "Dosveces" y a sus vecinos. Sucede que un cochino se escapó de su
retozo, y ahora una cuadrilla de vecinos y yo intentamos, entre sudores y gruñidos,
llevar de vuelta a su "echaero" a un cochino con el que compartía el propósito de
curiosear y explorar el barrio. Porque el matiz es que, con alma de pueblo, no deja de
ser un barrio de Tejeda. Difícil de entender para algunos que estamos
acostumbrados a que entre un barrio y otro no haya separación, linde ni barranco por
sobreacumulación de todo. Desistí de la labor de ganadero que se me encomendó, y
opté por ser yo el que culminara la misión compartida de descubrir La Culata.


Obviemos por un rato la atenta mirada constante del ente superior vigilante, y
hablemos de Nuestra Señora la Virgen de Fátima a la que rinden culto y algún que
otro "pisco" cada 13 de Mayo. La tienen en una preciosa parroquia abierta a devotos
y curiosos. Una vez dentro, a la izquierda se puede ver su imagen al fondo. Bañada
por la luz que proviene de una ventana lateral, alternando la vista se puede ver al
mismo tiempo también al innombrable. Probablemente los dos elementos más
importantes, y a los que dan las gracias por las bondades del cultivo y la ganadería
los lugareños aún en tiempos adversos. Tras el altar, un balcón que da a un patio en
la fachada trasera copado por el campanario, y en el horizonte la figura del hasta
ahora innombrable. Y es que pareciera que el mismo Néstor Álamo desde donde me
encontraba hubiera escrito las primeras frases de su célebre "Sombras del Nublo".
Imperante en lo alto y desde donde al atardecer proyecta algo más que su sombra el
Roque Nublo. Inspiración para sus preciosas casas que emergen de las lomas, para
sus habitantes, y más aún para quien no ve cotidiano rezar a su falda.


Bajo la protección del Roque es una zona dada para el cultivo y la vegetación y
donde su gente vive de forma tranquila. Ya menos gente queda que se quiera hacer
cargo de la vida del campo y los que hay por la edad han visto reducidos sus
menesteres. Numerosas casitas muy bien cuidadas que muchas de ellas están
orientadas hoy al turismo vacacional, ecológico o de senderismo.


Me voy de allí sintiendo ese lugar como uno de mis favoritos, mientras Don Rivero
"Dosveces" me hace un resumen de sus aventuras y desventuras. También me
cuenta que al cochino hubo que dejarlo amarrado a mitad de camino, pues ya corrí
yo más suerte que él. Me voy de allí pero volveré, porque de alguna forma
respetuosa y osada a la vez, lo siento también mío. Además de haber hecho mi
promesa de retorno tanto a Don Rivero, como a Fátima y al Roque Nublo.

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